FEBRERO 2009
Un problema muy importante en el trato con los niños pequeños es el desorden que dejan tras de sí al terminar sus juegos.
No podemos dejar que el niño se entregue indefinidamente a sus juegos. Debemos poner punto final a los mismos, porque es la hora de la comida, porque es la hora de dormir, porque… pero debemos hacerlo con simpatía, sin hablar de revoltijo o de caos, pongamos un ejemplo: los niños han puesto todo patas arriba -desde nuestro punto de vista- y con alegría decidimos inducirlos al orden con frases como:
— acostemos al bebé en su cunita,
— llevemos el caballo al establo,
— vamos a aparcar el coche en el garaje,
— pongamos los juguetes a dormir…
Después de la comida o al día siguiente el niño jugará como si tal cosa. Si montamos en cólera y decimos ¡pero qué es este lío! Le sacamos al niño del ensueño de su juego y no entiende lo que hacemos, solo cuando algo llame su atención y tenga sentido sobre lo que hace en ese momento – como en los ejemplos que cito anteriormente- nos prestará atención y colaborará.
Uno de los juegos más importantes para el niño sano es la construcción de una “casita”, para ello utilizará la mesa más cercana, que arrastrará con gran placer, solo o con la ayuda de su compañero de juegos, el mantel de la mesa o los edredones de las camas servirán para cubrir los lugares abiertos, colocará encima de ellos para que no se caigan, los objetos mas cercanos y pesados, sin pensar en su valor o fragilidad – el reloj de sobremesa, el jarrón de porcelana, o la pecera-. Después decorará la casita por dentro, la papelera, un taburete, los cojines del sofá, incluso el teléfono de casa y cuando terminen de hacer la casa, también habrá terminado el juego. Poner las cosas en su lugar una vez terminado el juego, no forma parte de la vida del niño, es ahí donde nosotros debemos ayudar, conteniendo nuestro enfado, y en lugar de reprender por el desorden, debemos encontrar otro “juego” que nos lleve a dejar cada cosa en su lugar.
Esto resulta muy difícil cuando las prisas de lo cotidiano nos abruman, y además de preparar los macarrones para comer, tenemos que poner la mesa y el mantel está en la sala cubriendo la casa de la “ratita pardita”, y sólo disponemos de apenas noventa minutos para todo, es muy importante saber manejar estas situaciones conociendo lo que vive en el alma del niño, para resolverlo con rapidez y sin sobresaltos tanto para el niño como para nosotros.