Vengo de una viaje a Andalucía, vengo de impartir un hermoso curso con un grupo no menos hermoso de personas entusiastas y entregadas. Un curso en una escuelita Waldorf de Sevilla.
Y mientras reflexiono lo interesante que son los encuentros humanos, el viento sopla sobre un campo de trigo, moviendo las espigas en sosegadas olas amarillas que nunca llegaran a la playa. El trigo se entrega al vaivén del viento, se deja mecer por su aliento. La espiga permite este movimiento sin dejar de perder su verticalidad, a pesar de que ya están granadas, están llenas de semillas, están pesadas… pero su fuerza les permite seguir erguidas hacia la luz y bailar con el viento formando olas amarillas.
Así es nuestra vida o mejor dicho así debería de ser, dejarnos llevar por los vientos del tiempo, permanecer erguidos a pesar de los embates del destino, y por supuesto seguir cosechando semillas de conocimiento, y facilitando los encuentros humamos para enriquecer nuestra alma.
Pues como una espiga me he sentido este fin de semana, rodeada de otras espigas que como yo buscan la verdad, tienen ideales y arrestos para llevarlos a cabo… espigas jóvenes con la fuerza y la determinación de esa etapa.
Este curso me ha hecho sentirme mucho más joven, ellos me han contagiado su juventud y juntos hemos compartido el entusiasmo.
GRACIAS
Regreso renovada, agradecida y esperanzada.
El MUNDO TIENE FUTURO porque hay nuevas generaciones comprometidas, doy fe.
Escrito en el AVE de vuelta de Sevilla