Había una vez un grupo de nubes, que vivían pegadas a una gran montaña, en cuya cumbre albergaba un nido de águilas reales y en una grieta brotaba una pequeña cascada que se convertía después en un caudaloso río, que surcaba un frondoso valle de hermosos árboles, lozanas plantas y alegres animales.

La nubes siempre permanecían pegadas a la cumbre, salvo cuando el poderoso viento del norte soplaba con fuerza y les hacía unirse, apretarse entre sí, mientras se oscurecían hasta que soltaban el agua que contenían, y que vertían sobre el valle para alegría de los árboles, plantas y animales.

Pero había una nube que nunca quería soltar su agua, y por lo tanto se alejaba de las demás para que no le obligaran entre sus achuchones a dejar salir las gotas de lluvia .

Esto le hacía permanecer separada, sola y un poco aburrida, ademas cada vez estaba mas negra y cuando se colocaba delante del sol, la sombra que proyectaba sobre el valle era tan densa que asustaba a los pájaros, ardillas y cervatillos que jugaban en el valle.

Algunos animales bramaban: “ Vete,vete nube negra, no nos dejas disfrutar del calor y de la luz de Padre Sol, vete ! Vete!”.

Ella escuchaba sus voces y se sentía triste, deseaba ser querida como sus amigas las otras nubes que eran blancas, brillantes y ágiles , cambiando de forma constantemente , dividiéndose en nubecitas, haciendo hermosas figuras , y tomando colores de los rayos del sol, divirtiéndose entre ellas y haciendo las delicias de los niños que paseaban por las montañas que las veían y se reían diciendo;

“mira!! mira!! ahora parece un dinosaurio, y ahora un ángel, y allí a lo lejos aquella parece un avión, y esas otras parecen peces…”

La nube negra no podía moverse mucho porque se le escaparía el agua y era lo último que deseaba.

Una de las águilas que vivía a la cumbre con sus polluelos, el águila que más alto podría volar , decidió ir a charlar con la nube.

Se acercó todo lo más que pudo y le dijo:” ¿por qué te niegas a soltar el agua que tanta falta le hace a la tierra?

La nube le contestó : “ Ah querida águila si suelto el agua dejaré de verme en el río, me volveré tan ligera y sutil que nadie me verá”

“Ay que equivocada estás – respondió el águila- primero no asustarás a nadie con ese color amenazante y después te volverás tan ligera que podrás bailar y jugar con el resto de las nubes. Y cuando quieras hacerte más densa, bastará con que absorber la humedad del aire y te volverás a llenar de gotas de agua.

Pediré ayuda viento del norte – concluyó el águila-.

Así esa misma tarde rugió el viento del norte, apoderándose de todas las nubes que apelotonó, también a nuestra nube negra que no pudo escapar ,cada vez las nubes estaban más juntas incluso algunas se chocaron entre ellas, enseguida comenzaron a soltar las gotas de lluvia que llevaban en sus panzas.

El valle se volvió mas verde, estaba limpio de polvo, relucía, los animales se bañaban con la lluvia en la orilla del río y las plantas abrían sus hojas y sus flores para ser regadas por la lluvia. Era una verdadera bendición para la naturaleza.

A nuestra nube el encantó, soltar las gotas de lluvia, ver como regaba frescura y alegría en el valle, y sobretodo sentirse ligera, transparente le pareció mágico, mas mágica aún se vio cuando el arco iris se apoyó sobre ella para desplegar sus colores en el valle.

Era feliz, bailaba en el cielo, mientras saludaba y agradecía la ayuda recibida del águila y del viento norte. También escuchaba las voces de los niños emocionados por la presencia del arco iris.

Y le brindó un reposo a la luna que se acababa de asomar.

La nube nunca más quiso oscurecerse como la noche. Y siempre estuvo dispuesta a ser tan suave como el algodón y tan brillante como la nieve.

NOTA: cuento escrito para:

• superar los miedos producidos por las tormentas
• superar las resistencias al cambio
• superar los estados de obstinación

apropiado para niños/as a partir de 6 años

AGRADECIMIENTOS: a L.P. y O.F por ser el motor de inspiración.