Por los caminos del universo, de estrella en estrella, viaja Uribí, la madrina de las palabras.
Lleva siempre con ella una cesta tejida con hilos de oro y plata.
Allí guarda con mucho cuidado, las semillas de las palabras.
Uribí siempre está muy atareada. Viaja en una estrella fugaz por el espacio celeste, para entregar su semilla a los niños que se preparan para viajar a la tierra y nacer.
Cuando los niños llegan a la tierra y nacen, traen la semilla de las palabras. Los padres, hermanos, tíos, abuelos y amigos les ayudan a cultivarlas con voces, leyendas, juegos, cantos y cuentos.
Por el mundo, las semillas de las palabras germinan con los rayos de sol, el viento, el agua, el calor de la tierra y el amor de la gente. así es como surgen los diferentes lenguas que hablan los hombres .Todas las lenguas vienen de las semillas del canasto de Uribí.
A veces la madrina de las palabras está tan ocupada entregando las semillas a tantos niños que va a nacer, que no llega a tiempo a algún lugar y alguno de ellos viene sin ella a la tierra.
Entonces a ese niño le damos con amor y paciencia de los frutos del lenguaje que tenemos: señas, voces, dibujos, pantomimas, juegos, danzas, cantos y cuentos, para que pueda conversar y ser feliz. Así la madrina de las palabras no estará triste y acongojada por haber llegado a tiempo a la casa de este niño.
Una noche, mientras Uribí dormía acurrucadita en una estrella descansando de un largo viaje celeste, un loro le robó una semilla y la repartió entre sus amigos: un periquito, una cotorra y un guacamayo. Por eso, ellos también hablan, pero sólo un poquito, porque nada más les tocó un pedacito de semilla de cada uno.
Cuando Uribí termina su recorrido regresa a descansar y recoge nuevas semillas debajo del árbol de la vida que queda en el centro del mundo.