Otoño 2008
Juanito Pepita de Manzana
Érase una vez un niño que se llamaba Juanito; lo que más le gustaba era comer manzanas, y siempre le hacia mucha ilusión descubrir las líneas de las semillas marrones que dormían en sus aposentos en forma de estrella. Un día, su madre le contó cómo podía crecer un manzano de cada una de las semillas sólo con ponerla en tierra buena, que el sol la bañara, la lluvia la regara y reposara en ella la gracia divina. Entonces Juanito empezó a reunir las pequeñas semillas y todo el mundo le llamó Juanito Pepita de Manzana. Cuando ya tenía un montón de ellas recogidas, dijo a su madre:
—Por favor, hazme un saquito para guardar mis semillas.
La madre cogió un trocito de tela, cosió un saquito y Juanito metió en él sus semillitas de manzana. Cuando ya estuvo lleno fue a pedir a su madre:
—Madre, por favor, hazme otro saquito más grande para mis semillas de manzana.
Ella cogió un trozo más grande de tela y lo cosió, y cuando éste estuvo lleno otra vez, Juanito volvió a pedir a su madre:
—Por favor, hazme otro saquito más grande aún. Cuando éste ya estuvo cosido y de nuevo lleno con las semillas de manzana, pidió otra vez a la madre que le hiciera otro saco.
Ella cogió una tela grande y le hizo un saco enorme. Cuando un día también este saco estuvo lleno, Juanito se había convertido en Juan, un buen mozo que dijo a su madre:
—Ahora quiero marchar por el mundo y plantar las semillas para que todos los niños puedan disfrutar de las ricas manzanas.
Así se dispuso a ello. No tenía zapatos, pero no le importaba ir descalzo, tenía ya costumbre, y las plantas de sus pies estaban ya bastante duras. En la cabeza se puso una cazuela, tomó una vara en sus manos y se echó el saco al hombro. También llevaba consigo un libro con historias sagradas y frases para implorar la bendición de Dios. Dijo adiós a su madre y se puso en camino cantando alegremente… En cada lugar a donde llegaba Juan Pepita de Manzana plantaba sus semillas de manzana. A veces pasaba la noche con unos campesinos o les ayudaba durante algún tiempo. Cuando se despedía de ellos, sembraba sus semillas alrededor de la casa para que tuvieran un buen huerto de frutales. Siguió su camino más y más lejos, siempre en dirección al sol, hasta que un día no pudo seguir más adelante pues había llegado al mar. Para entonces también su saco se había quedado vacío. Se quedó allí con buena gente hasta la primavera siguiente v cuando emprendió el camino de vuelta ya había brotado la primera plantita, aún no mayor que un dedo meñique; las siguientes ya tenían el tamaño de un anular; luego como el corazón o el índice, y algunos ya eran gordos como su pulgar. Siguiendo su camino encontró arbolitos cada vez más altos, primero del tamaño de su mano, luego tan altos como desde las puntas de sus dedos hasta el codo y finalmente tan largos como su brazo. Y cada vez los fue encontrando más grandes hasta que por fin llegó a su casa. Allí los manzanos estaban tan altos ya como él mismo. Su madre le oyó cómo venía cantando a lo lejos. Dios es bueno conmigo . Las gracias le doy cada día. Me da el sol y la lluvia. Y Pepitas de Manzana. Corrió hacia él y le entregó una manzana que había madurado en uno de sus árboles. Y ésta es la historia de Juanito Pepita de Manzana.